La chica decidió volver a su maravillosa utopía, pero esta
vez fue diferente, ella volvió con una radiante sonrisa en los labios.
-¡Buenos días mi hermosa dama!, ¿A qué se debe su
sonrisa?-preguntó el unicornio morado.
-¿Sonrisa?-Se acercó a un arroyo de miel y observo su
reflejo-Oh. . . Que interesante, en mi estadía en la realidad me paso algo. . . curioso-Se sonrojó.
-¿Algo curioso?, ¿No será “alguien” el culpable de su anhelada
sonrisa?-dijo el unicornio.
-Era un hermoso chico, mi dama, no deberías de haberlo
dejado allí sólo con tu recuerdo-Dijo una voz conocida. . . En ese momento ella
pudo observar al extraño ser de color plomo.
-¿Tu?, no pensé. . .-
En ese instante el extraño ser de color plomo le guiño el
ojo a la chica que estaba confundida, una mirada cómplice emitió ella junto a
una sonrisa traviesa.
-Nada, sólo. . . Déjame sola por favor-
-Como ordene mi dama- Obedeció el unicornio morado y se alejó
por las colinas de frutilla acaramelada.
-¿El unicornio no puede verte?-Preguntó ella a la criatura.
-No, nadie puede verme excepto usted, fui creado para
servirle únicamente a su persona, yo soy el baúl de sus secretos, se todo y
conozco todo acerca de su vida, soy un ser que puede hacer al unicornio morado
un ser demente por los celos, conozco tu alma, tus deseos, tus caprichosos como
también tus pecados, yo. . . Soy tu cómplice-
La chica sonrió, otro ser se ha unido a su jardín, le asusta
el hecho de que un ser sepa todo acerca de ella, que no pueda guardar nada, un
ser que siempre acertará en opinar sobre su persona, quizás le diga lo que no
quiere oír, quizás le recuerde atemorizantes memorias escondidas-Es peligro,
pero es muy interesante- piensa esa niña traviesa, corre para alcanzar los
cubos de azúcar que emanan miel de sus extremos, su pelo se balancea conforme al
movimiento y su sonrisa es tan dulce que desearías poder derretirte en ella.
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