Todos los presentes se fueron a sus respectivos destinos,
solo estaba la chica y el chico de polera fosforescente que se aproximaba. . . Cuando llegó finalmente a ella se arrodilló y le mostró una rosa azul que tenía
en su mano, se la entregó con gran cariño, ella la aceptó dichosamente, estaba
sonrojada. . . él la tomo entre sus manos y la abrazó fuertemente, no la quería
soltar, ella solamente estaba helada, no sabía que hacer, pero en su corazón
deseaba que ese maravilloso momento no culminara. Poco tiempo después la soltó
y la miró fijamente a los ojos, ella no sabía cómo actuar, que hacer,
como reaccionar, estaba roja como un tomate y pensar en ello la hacía
sonrojarse más, en un momento no pudo soportarlo y se tapó su hermosa cara con
sus delicadas manos, no podía dejar que ese chico la viera en ese lamentable
estado…
-No te tapes, deseo verte, esos hermosos ojos, esos labios
color carmesí, sonrojada te ves hermosa, bellísima, me encanta como te ves
en este momento-Le dijo el chico.
-¡No me mires!, me da pena-Respondió ella
-¿Cómo no mirarte?, no me pidas cosas imposibles, deseo
abrazarte, besarte, tocarte, acariciarte, te embriagaré con mis actos a tal
punto que tu cuerpo no podrá soportarlo- Y en ese instante la besó.
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