Subió a su habitación, se sentó sobre la ropa que estaba encima de su cama, se sacó los zapatos cuidadosamente, el dolor ya era angustioso, sus pies estabas cubiertos de ampollas y heridas, las cuales le provocaban ardor y picazón, buscó un elástico para poder amarrar su largo cabello, al no encontrarlo se limitó a utilizar un lápiz, miró su habitación extrañada, sentía que le faltaba algo, ésta estaba desordenada como su cabeza, oscura y fría como su corazón, pero protectora de todo daño proveniente del mundo, su refugio, su escape, su inspiración. . . nerviosamente vio su celular, 32 llamadas perdidas y 6 mensajes, la mayoría era de su mejor amiga Naomi, pero. . . Espera, aquí hay algo raro, entre los números hay uno que para ella es nostálgico y doloroso, que extraño, era su número, el número del chico que le hizo daño, al verlo se le erizó la piel, comenzó a temblar e inmediatamente un dolor fuerte de estómago, estaba estática, sus ojos estaban atentos y su mente distante, no lo podía creer, reviso una y otra vez el número, dígito por dígito, era efectivamente ése su número, el cual estaba en la lista de sus llamadas perdidas, cayó al piso desconcertada, revisó en su computadora datos para entender tal acto, al chico se le notaba triste, mal, abrumado, una falsa sonrisa, una falsa felicidad. . .
-¿Qué querrá?, ¿Por qué hace esto?, ¿Por qué ahora? . . . ¿Por qué le temo tanto a este hombre?-se preguntaba la chica.
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