La chica abrió sus ojos y comenzó a mirar hacia todas
direcciones muy desorientada, ella se encontraba aún en la enfermería del
colegio, en su regazo se encontraba el profesor de la voz amable, estaba
durmiendo plácidamente, la chica al percatarse quitó sus piernas bruscamente
lejos de él y de esta manera el profesor despertó asustado.
-¡¿Qué paso?!. . . Oh, ¡Rayos!, me he quedado dormido,
¿Estas bien?-Dijo el profesor de la voz amable.
-Si bien, me siento un poco atontada, es todo, ¿Qué pasó?-
Respondí.
-Te volviste a desmayar, un gran susto nos pegamos, de hecho
pensamos que tendríamos que llevarte al hospital, te has salvado por los
pelos-Interrumpió la encargada.
-Ya veo, ¿Me puedo ir?-
-Si te sientes bien, claro, ya es tarde y mi turno terminó
hace una hora, vamos, yo te llevo a tu casa-Dijo la encargada.
-No gracias, me puedo ir sola-
-Creo que sería mejor que vayas con ella-Dijo el profesor.
-¡Me puedo ir sola!, gracias- Se levantó de la camilla, se
colocó sus zapatos, abrigo y mochila -Adiós, gracias por todo- y se marchó.
Mientras caminaba por la calle pasó por un antiguo punto de
reunión, pero no le dio gran importancia, al parecer ella había avanzado. Al
llegar a casa nada había cambiado, se hallaba sola y sin protección, sólo le
quedaba ver su nevera y subir las escaleras para dirigirse a su apartada
habitación, lugar testigo de todos sus males, sollozos y miedos, lugar que
extrañamente le hace sentir cómoda, pero no hay forma que le quite esa soledad que
se cuela en cada pedazo de su vida. . .
Otra vez no cenó, el Sr. apetito no apareció, ella cree que se dio unas largas vacaciones y que por su culpa ella esta decayendo, pero en sí, no le interesa, a ella no le preocupa decaer, ella sólo desea que al momento de cerrar los ojos éstos permanezcan así, cerrados, caer en un profundo sueño para que al terminar sus mejillas ya no sean rosadas sino pálidas, ese lúgubre color que llena de esperanzas sus mañanas.
Otra vez no cenó, el Sr. apetito no apareció, ella cree que se dio unas largas vacaciones y que por su culpa ella esta decayendo, pero en sí, no le interesa, a ella no le preocupa decaer, ella sólo desea que al momento de cerrar los ojos éstos permanezcan así, cerrados, caer en un profundo sueño para que al terminar sus mejillas ya no sean rosadas sino pálidas, ese lúgubre color que llena de esperanzas sus mañanas.
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