jueves, 10 de octubre de 2013

~Quiere llegar al tono pálido~

    Mientras estaba en mis pensamiento empecé a sentir el aire sobre mi cara, a escuchar ruidos, voces, podía ver a través de mis parpados una especie de luz, supongo que he vuelto, pero extrañamente no escucho esa tonta máquina… ¿Dónde estaré?.

    La chica abrió sus ojos y comenzó a mirar hacia todas direcciones muy desorientada, ella se encontraba aún en la enfermería del colegio, en su regazo se encontraba el profesor de la voz amable, estaba durmiendo plácidamente, la chica al percatarse quitó sus piernas bruscamente lejos de él y de esta manera el profesor despertó asustado.

-¡¿Qué paso?!. . . Oh, ¡Rayos!, me he quedado dormido, ¿Estas bien?-Dijo el profesor de la voz amable.
-Si bien, me siento un poco atontada, es todo, ¿Qué pasó?- Respondí.
-Te volviste a desmayar, un gran susto nos pegamos, de hecho pensamos que tendríamos que llevarte al hospital, te has salvado por los pelos-Interrumpió la encargada.
-Ya veo, ¿Me puedo ir?-
-Si te sientes bien, claro, ya es tarde y mi turno terminó hace una hora, vamos, yo te llevo a tu casa-Dijo la encargada.
-No gracias, me puedo ir sola-
-Creo que sería mejor que vayas con ella-Dijo el profesor.
-¡Me puedo ir sola!, gracias- Se levantó de la camilla, se colocó sus zapatos, abrigo y mochila -Adiós, gracias por todo- y se marchó.

    Mientras caminaba por la calle pasó por un antiguo punto de reunión, pero no le dio gran importancia, al parecer ella había avanzado. Al llegar a casa nada había cambiado, se hallaba sola y sin protección, sólo le quedaba ver su nevera y subir las escaleras para dirigirse a su apartada habitación, lugar testigo de todos sus males, sollozos y miedos, lugar que extrañamente le hace sentir cómoda, pero no hay forma que le quite esa soledad que se cuela en cada pedazo de su vida. . .
    Otra vez no cenó, el Sr. apetito no apareció, ella cree que se dio unas largas vacaciones y que por su culpa ella esta decayendo, pero en sí, no le interesa, a ella no le preocupa decaer, ella sólo desea que al momento de cerrar los ojos éstos permanezcan así, cerrados, caer en un profundo sueño para que al terminar sus mejillas ya no sean rosadas sino pálidas, ese lúgubre color que llena de esperanzas sus mañanas.

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