Han transcurrido los días y debo volver a esa cárcel, el
colegio, como cada semana, despertar y programar el despertador para que toque
en 5 minutos más y repetir esto hasta que ya sea incontrolable, levantarme a la velocidad de la luz para
evitar el rezo de la mañana, caminar sonámbulamente a clases, dormir la
primera hora, recibir una reprimenda por casi quedarme dormida en la segunda y
leer en la tercera, la vida de un estudiante es realmente fastidiosa, muchos
profesores ya se cansaron de mí, se dieron cuenta que mis ganas de aprender no aparecerán
y simplemente me dejan hacer lo que me plazca, sólo cuando no perjudique al
resto, pero extrañamente hay un profesor que aún no se da por vencido, ha de
ser porque es nuevo, el profesor de la voz amable, no sé qué clase de lunático
se viste y peina así, pero es realmente fastidioso, sus clases me aburren y su
voz de da sueño, no lo sé, sólo he tenido con él dos clases y ya me está exasperando,
creo que se unirá a mi lista negra…
Desperté en el lugar mágico que obliga a mi rostro enrojecerse
y colocar una sonrisa amplia, donde todo es de mi agrado y el dulce es
permanente, mi hermosa utopía. Al caminar lentamente por la ciudad los
habitantes me miraban con amabilidad, los comerciantes me regalaban lo que
vendían, comida por supuesto, panqueques, empolvados, pasteles, de todo, era un
sinfín de exquisiteces que mi paladar podría probar, en ocasiones por los
grandes parlantes de la ciudad se escuchaban armoniosas melodías y en la
mayoría de éstas los habitantes comenzaban a danzar como si de un
musical se tratara, era muy agradable, los del circo más cercano venían y mostraban
sus mejores actos, eran muy cómicos,
al salir de la ciudad corrí siguiendo un río, llegue hasta un lugar que no
podía reconocer, nunca lo había visto, en un lugar apartado cerca de un bosque
había una pequeña tienda de libros, llamó poderosamente mi atención este lugar,
pero cuando abrí la puerta desperté en la enfermería del colegio, no entendía
porque estaba allí, pero al lado mío con una cara de preocupación impresionante
estaba mi profesor, el de la voz amable, al tratar de levantarme me interrumpió.
-¡No lo hagas!, quédate acostaba un rato- Exclamó el
profesor.
-Cálmese, estoy bien. . .- Le respondí.
-Esto ya es costumbre señorita, deberías alimentarte
bien- Dijo la encargada del lugar.
-Está bien-suspiré-mi sueño era realmente cautivador,
malvados, no quería despertar. . .-
-¿Cómo puedes decir eso?, no sería grato para tus padres que
no volvieras a despertar- Dijo el profesor.
-¿Mis padres?. . . Claro, supongo que puede ser así… Aam, ¿Si
digo que estoy bien deberé volver a clases?- Pregunté.
-Por supuesto- Dijo la encargada.
-Entonces. . . Aun me siento mal, me quedaré reposando por si
las moscas-
-Pequeña traviesa-Dijo la encargada mirándome, después de un momento se dirigió al profesor- Profesor, puede
retirarse, como puede ver la alumna está
bien, no se preocupe, llamaré a sus padres para que le presten atención, si es
necesario le daré el día libre. . .-
-¡Yupi!- Interrumpí.
Después de unos minutos el profesor se marchó, me pregunto porque estaba a mi lado, normalmente ese puesto está vacío. . .
-El profesor es muy dedicado, se preocupa por sus alumnos,
cuando terminaron sus clases vino rápidamente hacia acá, se preocupó mucho al
darse cuenta que aún no habías despertado, como puedes suponer: te desmayaste, niña debes cuidarte más, comer,
dormir…-bla bla bla- ¿Me estas escuchando?- Preguntó la aburrida encargada.
-Si, por supuesto-asentí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario