-¿Por qué todo lo que hace a mi corazón acelerar es el que puede hacerlo parar?- Se preguntaba.
La chica estaba sentada en su cama, con una expresión vacía, allí ya no existía un alma, era solo un contenedor, suspiraba de vez en cuando y de pronto exploto, grito tan fuerte como si su vida dependiera de ello, después se recostó y comenzó a llorar.
-¿Qué pasa querida mía?, ¿Qué hace que tu alma este tan afligida?- Preguntó el unicornio.
-¿Por qué lo rosa se vuelve negro?, ¿Por qué no puedo dejar de tiritar?, esta puta droga que no quiere dejarme- Respondió.
-¿Droga?-
-Sí, la tristeza, mi ser masoquista no la quiere dejar ir, cada vez que la poseo la alimento más y más, no puedo desear ser feliz si ni yo misma me lo permito. . .-
-¿Pasó algo?-
-Sí y no sé cómo hacer que se detenga, creo que estoy a un paso del abismo, ¿Me dejarás caer?- Sonrió.
-Por supuesto que no, sé que soy inútil en esos casos, pero déjame aliviar tu alma-
-Ya no sé si pueda volver a confiar en un nuevo ser, no lo dejare entrar, no quiero que destrocen más cosas-
La chica tomo el corta cartón y se hizo nuevas marcas, estas eran más profundas y la sangre fluía de forma armoniosa -Que bello espectáculo- Pensaba mientras miraba la herida y lloraba con una sonrisa en los labios.